FRÍA AGUILAR. ETERNAS EN LA VIDA DE OTROS

La creatividad en el corazón femenino ha sido la prisionera eterna de la evolución de la sociedad. Mujeres atrapadas en las camisas de fuerza de los designios de hombres divinizados por la divinidad masculina, madres que quisieron ser amantes, artistas que buscaron en la locura el camino para evitar su invisibilidad, muerte elegida como camino para la eternalización en territorios emocionales que no pudieron compartir en su experiencia vital. José María Fuentes-Pila

martes, 5 de noviembre de 2013

SYLVIA PLATH

 

SILVIA PLATH 1932 – 1963 EEUU


Silvia Plath fue una niña prodigio, ya con 8 años escribía poemas, y fue en esos años cuando perdió a su padre, hecho que afectó definitivamente la vida de la autora. En el primer año de universidad intentó quitarse la vida y fue tratada en un centro psiquiátrico. Seguramente su matrimonio y la maternidad no fueron ninguna de las dos, buenas ideas, y su personalidad bipolar se sentía prisionera en su condición de ama de casa y madre.  No superó ver como su marido, el poeta inglés Ted Hughes le era infiel y se separaba de ella,  dejándola con sus pequeños de 3 y 1 año.  Su separación se debió sobre todo a la aventura amorosa que Hughes tenía con la poetisa Assia Wevill, pero hay quienes especulan que Olwyn Hughes, hermana del poeta, interfirió de manera decisiva en su relación.

Plath retornó a Londres con sus hijos, Frieda y Nicholas. El invierno de 1962/1963 fue muy duro. El 11 de febrero de 1963, sumida en la depresión (el médico aconsejó que se ocupara ella misma de sus hijos y no la ayudaran en ningún caso en las tareas diarias) y con poco dinero, viviendo entre las pastillas para dormir, y las pastillas para la despertar. Sylvia se levantó pronto, en un acto de último amor materno, a pesar de que siempre dudó de ser capaz de sentirlo,  preparó el desayuno a sus hijos, abrió la llave del gas y se asfixió con la cabeza en el horno. 
 

Su hijo Nicholas, maníaco depresivo, se suicidaría también de adulto en su vida solitaria como profesor universitario en Alaska.

Es curioso que fuera su exmarido el que se ocupara de la edición de su obra, tras su muerte. La similitud o no con el estilo de Ted Hughes, o la intromisión de éste en la poesía de la autora han sido objeto de gran debate, sobre todo en EEUU donde se la venera, considerándose por algunos detractores como una influencia perjudicial tanto para su obra como para su estabilidad mental. Actualmente se la considera una de las grandes representantes de la poesía confesional.

LIMITE

La mujer alcanza la perfección.
Su cuerpo
Muerto porta la sonrisa del deber cumplido,
La ilusión de una necesidad griega
Fluye por los papiros de su toga,
Sus pies desnudos
Parecen estar diciendo:
Hemos llegado hasta aquí, es el fin.
Dos bebés muertos hechos ovillo, serpientes blancas,
Cada uno prendido a un pellejo
De leche, ya vacío.
Ella los ha replegado
Hacia su cuerpo como pétalos
De una rosa que se cierra cuando el jardín
Se endurece y las fragancias sangran
Desde las dulces y profundas gargantas de la flor nocturna.
La luna no se habrá de entristecer,
Allá en su atalaya de hueso.
Tiene, de todo esto, la costumbre.
A rastras crujen sombras negras.


 

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