FRÍA AGUILAR. ETERNAS EN LA VIDA DE OTROS

La creatividad en el corazón femenino ha sido la prisionera eterna de la evolución de la sociedad. Mujeres atrapadas en las camisas de fuerza de los designios de hombres divinizados por la divinidad masculina, madres que quisieron ser amantes, artistas que buscaron en la locura el camino para evitar su invisibilidad, muerte elegida como camino para la eternalización en territorios emocionales que no pudieron compartir en su experiencia vital. José María Fuentes-Pila

martes, 5 de noviembre de 2013

Marina IVANOVNA TSVETAYEVA


  




Marina  IVANOVNA TSVETAYEVA 1892-1941 RUSIA

Esta biografía resulta tristemente distinta a las demás, ya que la mayoría de las poetisas descritas se desenvuelven con cierta holgura en un ambiente burgués, intelectual e incluso adinerado, sin sufrir miserias mundanas más allá de las tristezas de su imaginación,  sin embargo,  la Tsvetayeya , padeció todos los castigo posibles  en la tierra, por lo que su suicidio parece hasta lógico y liberador dentro de su situación de pobreza, dolor y maltrato insufribles. Su marido fue fusilado, era tan pobre que su hija tuvo que ir a un orfanato y murió de hambre allí internada, las enfermedades se cebaron con la familia, el frío era el amigo diario, jamás encontró vivienda ni trabajo, sufrió la deasaprobación  y persecución oficial y a pesar de ello consiguió transmitir  en su obra  calor y valentía. En 1941 Marina, muy deteriorada,  fue evacuada a Tartaristán muy donde se ahorcó. No parece su personalidad que se desvela en la seguridad y fuerza de su obra de las que se dejan vencer, pero fue más de lo que cualquiera hubiera soportado.  Hasta hace poco no se  ha rehabilitado en Rusia su obra completa.




A MI HIJA

Algún día, criatura encantadora,
para ti seré sólo un recuerdo,

perdido allá, en tus ojos azules,
en la lejanía de tu memoria.

Olvidarás mi perfil aguileño,
y mi frente entre nubes de humo,

y mi eterna risa que a todos engaña,
y una centena de anillos de plata

en mi mano; el altillo-camarote,
mis papeles en divino desorden,

por la desgracia alzados, en el año terrible;
tú eras pequeña y yo era joven.
















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