CAROLINA
VON GÜNDERRODE 1780-1806 ALEMANIA
El autor romántico suicida por antonomasia es una
mujer: Karoline von Günderrode, quien, víctima de una pasión incontrolable, se quitó
la vida a las orillas del Rin cuando sólo contaba con 26 años de edad.
La desdichada poetisa intentó lanzarse al Rhin para
que las aguas se llevasen su cuerpo pero no pudo conseguirlo. Su cadáver
apareería horas más tardes tumbado junto a unos sauces con los ojos abiertos
fijos en el cielo. En la cintura llevaba una gran toalla llena de piedras. Su
expresión era serena y lucía un hermoso vestido rojo. Sus restos fueron
inhumados fuera de los muros del cementerio, se´gun el trato dado a los
suicidas sin que en su honor se efectuase exequia alguna. Nadie halló jamás el
puñal que sin duda alguna está todavía en las profundidades del Rhin. Bettina
escribiría más tarde en su autobiografía haber tenido el presentimieno de que
su amiga iba a suicidarse, y le pidió encarecidamente a un amigo de la familia
que le quitase el puñal fuese como fuese. Pero unos imprevistos del viaje
hicieron que llegara ya tarde a cumplir su misión.
Bettina Brentano la sobrevivión más de 50 años y
alcanzaría la celebridad gracias a su obra. No así Carolina que lo hizo a costa
de su muerte. Una parte de la correspondencia entre las amigas, que habían
dejado de verse varios meses por un enfado, se perdió misteriosamente o alguien
decidió destruirla por considerarla comprometedora. La figura de Carolina Von
Gunderrode ha sido desconocida hasta hace unas décadas.
La influencia que la publicación del Werther
tuvo en esta joven mujer fue enorme. Bettina von Arnim, quizá la mujer que
mejor conoció a la desdichada poetisa, señaló el enorme impacto que la lectura
de este libro tuvo en la Günderrode, además, la muerte fue su virtual
compañera, pues a lo largo de su corta existencia padeció la pérdida de tres de
sus seis hermanos y la de su padre, quien falleció cuando ella aún no cumplía
los cinco años de edad. Su gran inteligencia, así como su interés por la
literatura y las artes le posibilitaron acceder al selecto grupo de jóvenes
intelectuales del naciente romanticismo alemán. Tuvo una larga y estrecha
amistad con las hermanas Gunda y Bettina Brentano y con Clemens, el hermano de
ambas, por quien la Günderrode
La Günderrode fue una mujer necesitada de atención,
cariño y comprensión. La fama nunca le hizo falta para vivir, además de que
nunca la buscó con el mismo afán y necesidad que Kleist. Su demanda de afecto
era enorme, por lo que en cada hombre que conocía creía encontrar el gran amor
de su vida. Sin embargo, sus relaciones siempre se malograron, en gran medida
porque se enamoraba de imposibles. Así, por ejemplo, el cariño especial que
sentía por Savigny no varió en nada aun cuando éste ya se había comprometido en
matrimonio con Gunda Brentano. Cansada de esta búsqueda infructuosa de afecto
le confesó en una carta a Gunda lo triste de su vida:
Mi vida está tan vacía y tengo muchas horas de
aburrimiento y sin contenido. Gunda, ¿es sólo el amor lo que en estos momentos
vierte algo de vida y de sentimiento en ese vacío?
A pocos hombres conoció la Günderrode y de todos ellos
se enamoró. En Clemens Brentano, en Savigny o en el último de sus imposibles,
Friedrich Creuzer, en todos ellos buscó la comprensión y el complemento que la
vida no le pudo ofrecer.
Al filólogo Creuzer lo conoció el mismo año en que
apareció su libro de poesías. En primera instancia se interesó por el conocedor
de los antiguos mitos griegos, después por el hombre prohibido. Creuzer estaba
casado con una mujer 13 años mayor que él y viuda de un ex profesor del
filólogo. Los amantes debieron escribir varias de sus cartas en griego para
evitar que la esposa de Creuzer se enterara de los planes que los amantes
habían ideado para escapar. Como sucedió con Savigny, la Günderrode se volvió a
enamorar de otra causa perdida.
El silencio de Creuzer después del suicidio de la
Günderrode le ha dado un cariz enigmático a su relación. De cualquier forma
quedan las cartas en las que se aprecia el gran amor que la Günderrode le
profesaba al filólogo. Karoline estuvo dispuesta a todo para unirse al hombre
en el que había puesto todas sus ilusiones y quizá su última oportunidad de
seguir con vida. Sin Creuzer ella no podría seguir. Así se lo hizo saber en una
carta fechada el 18 de agosto de 1805, un mes antes de que se quitara la vida:
Toda mi vida queda dedicada a ti, querido, dulce
amigo. En tal entrega, tal amor que nada exige, siempre te voy a pertenecer,
para Ti voy a vivir, para Ti voy a morir. Tú también ámame siempre, querido. No
dejes que entre nosotros se interponga tiempo alguno o alguna relación. No
podría soportar la pérdida de tu amor.
La Günderrode no pudo soportar la separación
definitiva. A ciencia cierta no se sabe cuál fue la causa por la que Creuzer
terminó la intensa relación que mantenía con la poetisa. Se ha especulado que
Creuzer nunca hizo algún intento serio por divorciarse. Christa Wolf es de la
opinión de que no se atrevió a unirse a su amada ante el temor de perder su
cátedra y vida social de Heidelberg. Ante el temor de enfrentar a la
Günderrode, Creuzer le pidió a un tercero le comunicara su decisión de terminar
toda relación con ella. El mensaje llegó al alma de su destinataria y provocó
una decisión ya largamente meditada. Poco antes de suicidarse, la Günderrode le
mandó a su amado un extraño pero muy significativo regalo, un pañuelo con un
poco de su sangre:
Te envío un pañuelo que no te deberá ser de menor
importancia que el que Otello obsequió a Desdémona. Desde hace mucho lo he
traído en mi corazón para consagrarlo. Me corté el pecho izquierdo justo sobre
el corazón y guardé en el pañuelo las gotas de sangre. Mira, así pude herir lo
más frágil para ti. Oprímelo contra tus labios, es la sangre de mi corazón.
La Günderrode estaba deshecha emocional y
psicológicamente; el regalo que le hizo llegar a Creuzer así lo demuestra. Su
mundo se había comprimido y en su futuro sólo alcanzaba a observar una sola
salida posible. El 26 de julio de 1806, a orillas del Rin, Karoline von
Günderrode se atravesó con una daga el corazón; un día después encontraron su
cuerpo flotando en las aguas del río. La Günderrode, como la mítica Ariadna,
también fue olvidada por el hombre en quien tenía puestas todas sus esperanzas,
por el único que la había hecho sentirse viva.
Karoline von Günderrode se quitó la vida por
amor, así como lo había imaginado Goethe treinta años atrás en su Werther.
Si hay una poetisa romántica que haya llevado el dolor de su alma a su obra
literaria, ésa fue la Günderrode.
Por lo que hace a la recepción de su obra cabe
decir que fue muy poco lo que se investigó sobre esta malograda poetisa durante
el siglo XIX. Bettina von Arnim publicó en 1840, 34 años después del
suicidio de su contemporánea, Die Günderrode, novela epistolar que
detalla la gran amistad entre la poetisa y Clemens Brentano. Para la elaboración
de esta novela, Bettina hizo uso de una gran cantidad de cartas y de otros
documentos que la Günderrode había mandado a Clemens y a otros románticos.
AMOR EN TODAS PARTES
(dedicado, antes de suicidarse, a Friedrich Creuzer, su amor
imposible)
¿Puedo en mi corazón guardar tan cálidos deseos? Contemplar las
coronas de flores de la vida, y pasar frente a ellas sin llevar yo corona
alguna, ¿y no debo, además, triste despertar?
¿Renunciaré, altanera, al deseo más
querido? ¿Debo, valiente, entrar al reino de las sombras, implorar a
otros dioses otros gozos, pedir nuevos placeres acaso a los muertos?
Descendí, pero incluso en el reino de
Plutón, en el seno de las noches la pasión arde tal que, anhelantes,
las sombras se inclinan a otras sombras.
Pues perdido está aquel sin fortuna en el amor, e incluso aunque bajara a la laguna Estigia, en el fulgor del cielo, seguiría sin éxtasis".
Pues perdido está aquel sin fortuna en el amor, e incluso aunque bajara a la laguna Estigia, en el fulgor del cielo, seguiría sin éxtasis".
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