FRÍA AGUILAR. ETERNAS EN LA VIDA DE OTROS

La creatividad en el corazón femenino ha sido la prisionera eterna de la evolución de la sociedad. Mujeres atrapadas en las camisas de fuerza de los designios de hombres divinizados por la divinidad masculina, madres que quisieron ser amantes, artistas que buscaron en la locura el camino para evitar su invisibilidad, muerte elegida como camino para la eternalización en territorios emocionales que no pudieron compartir en su experiencia vital. José María Fuentes-Pila

martes, 5 de noviembre de 2013

CAROLINA VON GÜNDERRODE



CAROLINA VON GÜNDERRODE 1780-1806 ALEMANIA

El autor romántico suicida por antonomasia es una mujer: Karoline von Günderrode, quien, víctima de una pasión incontrolable, se quitó la vida a las orillas del Rin cuando sólo contaba con 26 años de edad.


La desdichada poetisa intentó lanzarse al Rhin para que las aguas se llevasen su cuerpo pero no pudo conseguirlo. Su cadáver apareería horas más tardes tumbado junto a unos sauces con los ojos abiertos fijos en el cielo. En la cintura llevaba una gran toalla llena de piedras. Su expresión era serena y lucía un hermoso vestido rojo. Sus restos fueron inhumados fuera de los muros del cementerio, se´gun el trato dado a los suicidas sin que en su honor se efectuase exequia alguna. Nadie halló jamás el puñal que sin duda alguna está todavía en las profundidades del Rhin. Bettina escribiría más tarde en su autobiografía haber tenido el presentimieno de que su amiga iba a suicidarse, y le pidió encarecidamente a un amigo de la familia que le quitase el puñal fuese como fuese. Pero unos imprevistos del viaje hicieron que llegara ya tarde a cumplir su misión.


Bettina Brentano la sobrevivión más de 50 años y alcanzaría la celebridad gracias a su obra. No así Carolina que lo hizo a costa de su muerte. Una parte de la correspondencia entre las amigas, que habían dejado de verse varios meses por un enfado, se perdió misteriosamente o alguien decidió destruirla por considerarla comprometedora. La figura de Carolina Von Gunderrode ha sido desconocida hasta hace unas décadas.



La influencia que la publicación del Werther tuvo en esta joven mujer fue enorme. Bettina von Arnim, quizá la mujer que mejor conoció a la desdichada poetisa, señaló el enorme impacto que la lectura de este libro tuvo en la Günderrode, además, la muerte fue su virtual compañera, pues a lo largo de su corta existencia padeció la pérdida de tres de sus seis hermanos y la de su padre, quien falleció cuando ella aún no cumplía los cinco años de edad. Su gran inteligencia, así como su interés por la literatura y las artes le posibilitaron acceder al selecto grupo de jóvenes intelectuales del naciente romanticismo alemán. Tuvo una larga y estrecha amistad con las hermanas Gunda y Bettina Brentano y con Clemens, el hermano de ambas, por quien la Günderrode

La Günderrode fue una mujer necesitada de atención, cariño y comprensión. La fama nunca le hizo falta para vivir, además de que nunca la buscó con el mismo afán y necesidad que Kleist. Su demanda de afecto era enorme, por lo que en cada hombre que conocía creía encontrar el gran amor de su vida. Sin embargo, sus relaciones siempre se malograron, en gran medida porque se enamoraba de imposibles. Así, por ejemplo, el cariño especial que sentía por Savigny no varió en nada aun cuando éste ya se había comprometido en matrimonio con Gunda Brentano. Cansada de esta búsqueda infructuosa de afecto le confesó en una carta a Gunda lo triste de su vida:



Mi vida está tan vacía y tengo muchas horas de aburrimiento y sin contenido. Gunda, ¿es sólo el amor lo que en estos momentos vierte algo de vida y de sentimiento en ese vacío?

A pocos hombres conoció la Günderrode y de todos ellos se enamoró. En Clemens Brentano, en Savigny o en el último de sus imposibles, Friedrich Creuzer, en todos ellos buscó la comprensión y el complemento que la vida no le pudo ofrecer.



Al filólogo Creuzer lo conoció el mismo año en que apareció su libro de poesías. En primera instancia se interesó por el conocedor de los antiguos mitos griegos, después por el hombre prohibido. Creuzer estaba casado con una mujer 13 años mayor que él y viuda de un ex profesor del filólogo. Los amantes debieron escribir varias de sus cartas en griego para evitar que la esposa de Creuzer se enterara de los planes que los amantes habían ideado para escapar. Como sucedió con Savigny, la Günderrode se volvió a enamorar de otra causa perdida.

El silencio de Creuzer después del suicidio de la Günderrode le ha dado un cariz enigmático a su relación. De cualquier forma quedan las cartas en las que se aprecia el gran amor que la Günderrode le profesaba al filólogo. Karoline estuvo dispuesta a todo para unirse al hombre en el que había puesto todas sus ilusiones y quizá su última oportunidad de seguir con vida. Sin Creuzer ella no podría seguir. Así se lo hizo saber en una carta fechada el 18 de agosto de 1805, un mes antes de que se quitara la vida:



Toda mi vida queda dedicada a ti, querido, dulce amigo. En tal entrega, tal amor que nada exige, siempre te voy a pertenecer, para Ti voy a vivir, para Ti voy a morir. Tú también ámame siempre, querido. No dejes que entre nosotros se interponga tiempo alguno o alguna relación. No podría soportar la pérdida de tu amor.



La Günderrode no pudo soportar la separación definitiva. A ciencia cierta no se sabe cuál fue la causa por la que Creuzer terminó la intensa relación que mantenía con la poetisa. Se ha especulado que Creuzer nunca hizo algún intento serio por divorciarse. Christa Wolf es de la opinión de que no se atrevió a unirse a su amada ante el temor de perder su cátedra y vida social de Heidelberg. Ante el temor de enfrentar a la Günderrode, Creuzer le pidió a un tercero le comunicara su decisión de terminar toda relación con ella. El mensaje llegó al alma de su destinataria y provocó una decisión ya largamente meditada. Poco antes de suicidarse, la Günderrode le mandó a su amado un extraño pero muy significativo regalo, un pañuelo con un poco de su sangre:



Te envío un pañuelo que no te deberá ser de menor importancia que el que Otello obsequió a Desdémona. Desde hace mucho lo he traído en mi corazón para consagrarlo. Me corté el pecho izquierdo justo sobre el corazón y guardé en el pañuelo las gotas de sangre. Mira, así pude herir lo más frágil para ti. Oprímelo contra tus labios, es la sangre de mi corazón.



La Günderrode estaba deshecha emocional y psicológicamente; el regalo que le hizo llegar a Creuzer así lo demuestra. Su mundo se había comprimido y en su futuro sólo alcanzaba a observar una sola salida posible. El 26 de julio de 1806, a orillas del Rin, Karoline von Günderrode se atravesó con una daga el corazón; un día después encontraron su cuerpo flotando en las aguas del río. La Günderrode, como la mítica Ariadna, también fue olvidada por el hombre en quien tenía puestas todas sus esperanzas, por el único que la había hecho sentirse viva.

 Karoline von Günderrode se quitó la vida por amor, así como lo había imaginado Goethe treinta años atrás en su Werther. Si hay una poetisa romántica que haya llevado el dolor de su alma a su obra literaria, ésa fue la Günderrode.

 Por lo que hace a la recepción de su obra cabe decir que fue muy poco lo que se investigó sobre esta malograda poetisa durante el siglo XIX.  Bettina von Arnim publicó en 1840, 34 años después del suicidio de su contemporánea, Die Günderrode, novela epistolar que detalla la gran amistad entre la poetisa y Clemens Brentano. Para la elaboración de esta novela, Bettina hizo uso de una gran cantidad de cartas y de otros documentos que la Günderrode había mandado a Clemens y a otros románticos.


AMOR EN TODAS PARTES

(dedicado, antes de suicidarse,  a Friedrich Creuzer, su amor imposible)


¿Puedo en mi corazón guardar tan cálidos deseos? Contemplar las coronas de flores de la vida, y pasar frente a ellas sin llevar yo corona alguna, ¿y no debo, además, triste despertar?



¿Renunciaré, altanera, al deseo más querido? ¿Debo, valiente, entrar al reino de las sombras, implorar a otros dioses otros gozos, pedir nuevos placeres acaso a los muertos?



Descendí, pero incluso en el reino de Plutón, en el seno de las noches la pasión arde tal que, anhelantes, las sombras se inclinan a otras sombras. 

Pues perdido está aquel sin fortuna en el amor, e incluso aunque bajara a la laguna Estigia, en el fulgor del cielo, seguiría sin éxtasis".




























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